Es asombroso el poder de destrucción que tiene el actual sistema en las mentes de las personas. Desde pequeños les va inculcando ideas preconcebidas, medias verdades o simplemente crudas mentiras con el fin de controlar sus voluntades.
Es muy triste ver como personas aparentemente inteligentes, con estudios superiores o sin ellos, no son capaces más que de repetir como papagayos, lo que la propaganda machaconamente les va indicando una y otra vez. Gente que no tiene ni los más leves conocimientos de historia, filosofía, religión, literatura o pensamiento político, es decir, carecen de todo aquello que forma realmente a la persona.
Estas almas apagadas no hacen más que servir a los oscuros intereses del sacrosanto sistema democrático. El cual les ofrece una libertad con alas rotas, consumismo compulsivo y placer constante e inmediato, sin un ápice de reflexión sobre la transcendencia de sus actos.
Esta partitocracia con apariencia de democracia, no es más que una estructura de pecado que engendra desde sus ponzoñosas entrañas, muerte y miseria.
En este erial de valores humanos, la gente “normal” es presa de los poderosos y de sus perros de presa mediáticos.
Por eso, no es de extrañar que las masas vivan adormecidas por el opio del neoliberalismo y del posmarxismo. Esta última ideología, se reinventa a si misma hasta la saciedad, contradiciéndose hasta el hastío.
Estoy harto de tener que explicar a conocidos y amigos que el marxismo no es una ideología que brille por su bondad y por su amor al ser humano. La raíz del marxismo es la misma que la del capitalismo, el materialismo, del cual solo brota muerte y miseria, aunque venga disfrazado de una supuesta justicia social.
¿Cómo una ideología que preconiza el uso de la violencia, el odio, el totalitarismo, el exterminio de amplios sectores de la población, la explotación de seres humanos y de los recursos naturales, el machismo y la homofobia, puede convertirse en el paradigma de la libertad y de la tolerancia? ¿Qué pasó en Mayo del 68? ¿Qué pasó tras la caída del muro de Berlín? ¿Quién obró este milagro laico? Son las preguntas que uno se plantea, llegando a la conclusión de que no existe ningún milagro laico. Es simplemente, la supervivencia de unas personas que tienen que adaptarse a los nuevos tiempos y seguir viviendo parasitariamente del sistema al que tanto critican. Son las dos caras de la misma moneda, que solo se unen cuando ven su “modus vivendi” amenazado por una tercera posición.
Tenemos el deber de luchar como soldados ante esta tiranía democrática, para poder defender nuestros derechos como verdaderos ciudadanos, derribando el sistema y creando un nuevo estado basado en los principios del Nacional Sindicalismo.
¡No parar hasta conquistar! ¡Arriba España!